Nos pasamos la vida girando la cabeza preocupados o heridos por lo que dejamos atrás.
Nos pasamos la vida queriendo ir un paso por delante calculando lo que pasará mañana.
Y... ¿el hoy? ¿qué pasa con el hoy?
El hoy, el aquí, el ahora... es algo que muchas personas tenemos descuidado.
Ahora mismo debería estar ordenando facturas y recibos como una posesa para declararlo a Hacienda Pública, y sin embargo estoy escribiendo esta entrada en un blog que tengo más que abandonado y que probablemente nadie va a leer, ¿por qué? Porque me apetece.
Las consecuencias son relativas, al igual que el tiempo.
El tiempo es lo más relativo que hay en este mundo, te levantas un día y empiezas a planificar el fin de semana, cuando es probable que ni siquiera llegues vivo a ése fin de semana.
"No te preocupes. Hay tiempo para todo. Tienes toda una vida por delante."
¿Seguro? ¿Y cuánto es esa vida? ¿He de guiarme por la esperanza de vida de mi país para saber cuánto tiempo me queda para hacer las cosas que quiero?
NO.
La esperanza de vida no me dice a qué edad voy a morir, sólo es otra estadística más que la gente sobrevalora... y yo digo:
- ¿Por qué pensar en mañana pudiendo disfrutar de hoy?
- ¿Por qué planificar el futuro en función de previsiones erróneas?
- ¿No es mejor mejor construirlo disfrutando de cada "hoy" que tenemos a lo largo (o corto) de nuestra vida?
Todo esto viene siendo un desarrollo del Carpe Diem, algo que decimos mucho por moda, pero en lo que no nos paramos a pensar.
Hoy es a tiempo; mañana es tarde.
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