lunes, 25 de enero de 2010

Próxima estación.

Próxima estación: Clot.

Voy de pie en un vagón cualquiera. Mis oídos están tapados por unos auriculares verdes que me ayudan a aislarme de la otra gente, me ayudan a perder la curiosidad por sus historias para poder centrarme en la mía. Les miro con cara de asco, amenazante, autoconvenciéndome de que son bazofia, sabiendo que algunos lo son.

Miro a un niñato presumiendo de su nuevo iPhone, hay que ser subnormal para contratar una tarifa plana de dos años sólo por tener el teléfono de moda, pero se lo perdonaré, ¿qué sería de los normales si no hubieran subnormales?

Lo normal es aburrido, por eso la gente intenta huir de la rutina cuando su mierda de vida se lo permite, lástima que el sector adolescente crea que lo interesante para destacar sea ser un cabrón gilipollas.


Próxima estación: Glòries.

Se han subido al tren tres latinos y yo los odio, los asesino con la mirada. Los miro de arriba a abajo, esas gorras de visera plana... esas putas camisetas por las rodillas, y ese acentito de "papasito". Pauso la música de mis oídos, tan solo para hacer una comprobación, y sonrío, porque ya sabía que la respuesta sería afirmativa, reggeaton en el móvil, pero no para ellos, sinó para todo el vagón; es obvio que esas mentes NO-pensantes faltaron a clase el día en que enseñaron el significado de la palabra respeto, así que les da igual que todo el vagón tenga que tragarse, en contra de su voluntad, ese ruido tan denigrante.


Próxima estación: Marina.

Yo no soy racista, soy justa, y por consiguiente, no puedo entender que delante mío haya dos marroquís que no tienen ni puta idea de español (o eso pretender hacer creer ellos cuando les interesa), y sin embargo vistan 400 euros, mientras yo visto, a lo sumo, 150. Dejad de decir que es envidia, malditos idiotas, es justicia, porque a mí me falta para pagarme el estudio y los cigarrillos.

Y no penséis que soy estúpida, sé perfectamente por qué visten 400 euros cada uno, tienen buenos amigos, amigos muy influyentes en todos los sectores, y yo conozco sus nombres: Cocaína, Caballo, Heroína, Chocolate, MDMA, Éxtasis.


Próxima estación: Arc de Triomf.

Moreno, unos 33 años. Aspira profundamente y le pica la nariz, pero lo que lo hace más evidente son los restos blancos de ambos agujeros y el billete enrollado de 10 euros que lleva en la mano izquierda. De su bolsillo tejano derecho saca un paquete de tabaco, la mano le tiembla, y junto a mis pies va a parar una bolsita diminuta de papel blanco cuyo contenido obviaremos. Levanto la vista, y le miro directamente a los ojos, con indiferencia. Él me mira aterrorizado, como si se hubiera meado encima, como si fuera a juzgarle. No puedo evitar sonreír y mirarlo compasivamente, me agacho a recoger la bolsita y la guardo en mi puño, protegiéndola de cualquier intento de robo o sacrilergio, se la devuelvo a colocado dueño, que responde con un tembloroso "gracias".

Ahora sólo me queda la curiosidad de saber por qué se ha colocado.


Próxima estación: Urquinaona.

Son dos. Dos mujeres. Bueno, en realidad una mujer y media. Su atuendo deja bastante evidente que son prostitutas. Todos las miran con aire de superioridad. Qué hijos de puta, en vez de valorar la suerte que tienen por no tener que ir haciendo felaciones para ganarse la vida, por no tener que vivir bajo las amenazas de un chulo adicto a la heroína fumada y una madamme sin sangre.

Las putas también están en crisis, las chinas ofrecen masaje+polvo en un confortable pisito con duchas de hidromasaje por 50 ó 60 euros, y es difícil competir contra eso. ¿Cuánto cobrarán? ¿20 la mamada? ¿50 el completo?

Tiene gracia, las escorts, conocidas vulgarmente como putas de lujo, cobran un mínimo de 200 euros la hora. Ésas no van en metro, van en taxi, o en limusina con la coca servida en unas bandejas metálicas preciosas. Hasta entre las putas hay clases. Hay que joderse.


Próxima estación: Catalunya.

Yo me bajo aquí. Estoy cabreada. Soy consciente de lo difícil que es encontrar a alguien especial y mínimamente inteligente entre tanta mierda.

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